jueves, 31 de mayo de 2018

OPINION: Cuando los viajes cortos parecían largos



POR CARLOS OGANDO

Meditando los momentos del pasado alrededor de los últimos 50 años el tiempo ha volado como gavilán en raudo vuelo que atraviesa los cielos para buscar el nido que ha dejado  atrás y recuerdan aquellos apuros donde era necesario surcar los caminos a pie  o a caballo para llegar a aquellos lugares donde íbamos a la escuela, al colmadito a comprar azúcar, café y a la talabalteria a comprar utilería, palas o picos para seguir haciendo los deberes a que se estaba acostumbrado y,  en ese trajinar encontrábamos los lugares muy lejanos.
Con el corazón en las manos, agotados por la fatiga y desafiando el terrible sol, sin celular, ni internet y sin redes sociales se caminaba a ciegas para llegar a los lugares más remotos a realizar tareas cotidianas, sin carro, por carreteras solitarias o atravesando caminos casi inaccesibles y el tiempo se hacia corto para terminar las diligencias. Nada de laptop, tabletas o viper.
Como el paso del tiempo implacable e irreversible, frente a la ausencia de la tecnología y en los medios de producción se hacia imposible surcar el tiempo donde su espacio se hiciera largo; es que la velocidad amainada por lo obsoleto del transporte, los caminos vecinales y el casi imposible cruce de montañas, lomas, ríos y valles, al compás del canto del ruiseñor y en las noches iluminadas por cocuyos, transitaban los campesinos a través de los muros y surcos del conuco.
Hay tiempo en que para muchos se hace insostenible, inescrutable, interminable. Pasa muy lento cuando está detrás del primer lugar, de conquistar un premio deseado, cuando hay que romper obstáculo impenetrable, en cambio pasa muy rápido cuando se disfruta el poder y lo bueno de él, pero pasa indetenible cuando quiere entrar a ese éxtasis impetuoso del primer amor, y lo inalcanzado porque se te ha acabado el tiempo. El tiempo se hace eterno y hasta puede empujarte a envejecer, por la espera de lo deseado.
En las jornadas de trabajo se hace extenso e interminable, ese tiempo que transcurre entre una y otra faena, el cansancio y la impotencia de la tarea no arribada, el esperar del ocaso de la partida del sol y nos salve la jornada. ¡Que agotadora una jornada donde el trabajo no halla espacio en su deleite! ¡Que aburrida la mañana cuando aún no despunta el sol y te enfrente al trajín insatisfecho e impagado! Que desesperación cuando no ahíla las ideas para escribir el cuento.
En esos tiempos cortos, con frecuencia se hacían las diligencias consistentes en el traslado de ganado hasta el rio para que beba el agua o de su lugar de origen hasta el punto para venderlo en el matadero, cabalgando grandes distancias y cruzando grandes obstáculos; los mandados que se encargaban a mayorales para enviar una encomienda a los lugares distantes y cabalgando a caballo con las árganas a cuestas.
Las conquistas territoriales por ejércitos tripulados en carretas y a caballo, cargando provisiones y retrocediendo en retiradas por embate del enemigo y retrocediendo a recargarse de alimentos y pertrechos, como en la época de las guerrillas; como en los viajes a las ciudades, con grandes cargas de provisiones y lugares inhóspitos y solitarios, no pudiendo regresar el mismo día. La despedida solitaria de la fiesta a media noche para surcar los caminos a tientas.
Las estadías de políticos en los cargos públicos, que cuando llega el tiempo se le hace corto para que llegue el relevo y para los opositores en la cera de enfrente, que se hace eterna a la espera de que llega su oportunidad, los primeros se ensordecen y llenan su copa hasta que brote y los segundos desesperados hablan mentiras y se tornan no vidente para no observar las buenas obras, y solo ven maldad en los gobiernos de turno. Los tiempos cortos y los tiempos largos se ven salpicados por la misma historia.
El tiempo para la juventud le parece largo y a los viejos   preocupados no dejan de pensar en lo dejado de hacer y los días se le tornan cortos. La tecnología ha ampliado el tiempo a viejos y jóvenes por igual. Cada día se vive a grandes velocidades para querer alcanzar el tiempo. Los mayores andan en buenos automóviles y en aviones para llegar a tiempo a la cita, en cambio los jóvenes no llevan prisa y a veces creen que el tiempo se le hace eterno y creen que pueden despreciarlo con desdén y sin tapujos.
El tiempo es invencible y al igual que el cambio es permanente; solo permite establecer espacio y dividirlo en tareas, cuando eres joven ve el viaje corto y el tiempo largo y cuando llegas a viejo ve el espacio largo para recorrerlo en poco tiempo. Lo que obtenemos son viajes largos e infinitos y tiempo corto y finito. “Todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”. Machado.
Hoy, grandes recorridos se hacen cortos, pero es imposible alcanzar el tiempo. Solo vivimos tiempos cortos para recorrer caminos largos. No apresuréis. Sé cautos.

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