El general recibió los más altos honores, de acuerdo con su investidura, una salva de fusilería de tres cañonazos, la lectura de varios panegíricos, uno por la Policía, otro por amigos y otro por los familiares.
Una vez ya en el camposanto, el mariachi Caballero tocó las canciones "Cuando un amigo se va", que popularizó Alberto Cortez, y "Voz", de Javier Solís.
Todos coincidieron que el general era un hombre bueno, de buenos modales, trabajador, excelente padre y amigo, y le gustaba ayudar al necesitado y que nunca se manchó sus manos.
De hecho, un residente en Pimentel, su cuna, dijo que el general tenía una fundación mediante la cual ayudó a muchas personas, especialmente a jóvenes estudiantes dotándolos de becas, y facilitándoles transporte para ir a la universidad. "Desde que supimos la muerte del general, en Pimentel no se ha vuelto a poner música, los bares se silenciaron", dijo.
Muchas lágrimas de mujeres y hombres de todas las edades. Don Fausto recordó que fue alumno aventajado del Politécnico Loyola por allá por los años 1968-1970.
El vocero de la Policía dijo que el general era un hombre capaz de resolver lo imposible, un gran policía.
Mientras sus hijos y su esposa, se mantenía inmóviles, ante la sepultura que desde ayer se convertiría en la última morada del general Juan Ramón de la Cruz Martínez.
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