viernes, 1 de octubre de 2010

Ecuador está en relativa calma


QUITO.- Ecuador amaneció hoy con relativa calma tras la crisis desatada ayer por una sublevación de policías que tuvieron secuestrado durante varias horas al presidente Rafael Correa, quien considera los hechos un intento de golpe de Estado.

La actividad vuelve a la normalidad paulatinamente y en el palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo, hay una fuerte presencia militar, según constató Efe. La Plaza Grande está acordonada por agentes uniformados, pero en las calles aledañas se han comenzado a congregar decenas de seguidores del jefe de Estado, algunos con pancartas.

"Vinimos a apoyar al presidente de la república. Lo de ayer fue catastrófico para el país", dijo Luis Coronel, de 55 años, que viajó durante la madrugada desde Santa Elena, a 500 kilómetros de Quito, con otros 30 vecinos de esa localidad.

Entre ellos estaba Carlos Castillo, de 56, quien acusó a personas cercanas al ex presidente Lucio Gutiérrez de instigar la revuelta, como también hiciera Correa tras ser rescatado del hospital donde la policía sublevada le tenía cercado.

"Se ha comprobado que ellos andaban detrás, inclusive cortando cables de emisoras", afirmó. Grupos de sublevados intentaron el jueves interrumpir la señal de los canales de televisión controlados por el Gobierno, pero no lo lograron.

La luz del día dejó ver los daños en el hospital de la policía de donde fue rescatado Correa: puertas rotas, sillas destruidas, agujeros de impactos de bala en ventanas, paredes y espacios de trabajo, y manchas de sangre por todos lados, huellas todas ellas del enfrentamiento entre los efectivos de los grupos especiales militares y los policías sublevados.

El piso de la entrada al hospital está totalmente cubierto de pequeños pedazos de vidrio, al igual que otras zonas del hospital, donde muchas personas dicen haber pasado ayer "por una las peores experiencias" de sus vidas, según testimoniaron a Efe.

Una de las empleadas del hospital reclamaba a la imagen de un niño Jesús que da la bienvenida a los visitantes por considerar que "no cuidó" el edificio, en tanto que la recepcionista le agradecía por haberlos salvado de lo que pudo ser una tragedia.

El olor a gas lacrimógeno permanece en el hospital y todavía afecta a los ojos y la nariz incluso varias horas después de que terminara el enfrentamiento que, según la Cruz Roja, dejó dos fallecidos.

Al sitio llegó hoy un sacerdote ofreciendo sus oficios en medio de corredores que presentaban orificios de bala y manchas de sangre.

Testigos señalaban que, a tenor del tiroteo escuchado anoche durante el rescate de Correa, el edificio no estaba tan destruido como se supondría, por lo que especulaban que tal vez la orden que tenían los militares era disparar al aire.

Sin embargo, otros aseguraban que sí se disparó a gente y por ello hay heridos, que Correa cifró en 27 sólo entre las fuerzas que lo rescataron.

En el piso del primer piso del hospital, octavillas llamando a unirse a la familia policial en la lucha por sus "derechos" recordaban el origen de la protesta: una ley de servicio civil que introduce cambios en los incentivos profesionales.

Al Regimiento Quito, donde cientos de policías iniciaron ayer su protesta, también ha vuelto la normalidad.

En la ciudad, en general, se divisaba poca presencia policial al iniciar el día.

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